Edgardo Ronald Minniti Morgan
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En una visita que una mañana realizara el autor al Observatorio Astronómico de Córdoba, entrevistó al Dr. Martín Alejandro Leiva quien sonriendo le manifestó que se hallaba en la institución el astronauta Belisario. Entonces le requirió que se lo presentara y – sonriendo aún más – le manifestó que con gusto. Ambos se trasladaron a un cubículo donde entre mucho instrumental y otros bártulos estaba la cápsula espacial que había trasladado al ilustre al espacio, con el ratón embalsamado en su interior.
Grande fue la sorpresa ¡El susodicho astronauta pesaba solo 320 gramos!
Belisario había nacido en el Instituto de Biología Molecular de la Universidad de Córdoba, con un peso de 170 gramos y fue seleccionado de un grupo de otros ratones por su facilidad de adaptación al arnés y chaleco.
El 11 de abril de 1967 fue lanzado al espacio en una cápsula contenida en la proa de un cohete Yarará, desde la Escuela Aeronáutica de Córdoba, a las 10 de la mañana.
En contrario a lo que muchos afirman que el primer astronauta argentino fue el Mono Juan; el ilustre Belisario se convirtió en el primer ser vivo nacional en visitar el espacio.

Belisario fue presentado en sociedad antes del lanzamiento, por el ingeniero aeronáutico Aldo Zeoli y en aquella primera aventura aeroespacial fueron protagonistas además del nombrado, el Vice Comodoro Cáceres los comandantes Hugo Niotti, Cueto y Ernesto Abril; como así el Dr. Hugo Crespín, a cargo de los aspectos biológicos del emprendimiento.
El cohete alcanzó una altura de 23.000 metros, con una aceleración inicial de 20 g y duró el vuelo 28 segundos.
Su tripulante fue recogido sano y salvo recién 50 minutos más tarde, cuando lo localizó un avión rastreador de dicha Escuela.

El amigo Belisario después de su periplo siguió viviendo en aquél Instituto, donde tuvo una prolífica descendencia completamente normal. Hoy, embalsamado y con sus arneses espaciales, se pasea orgullosamente por distintas instituciones científicas y de divulgación del país.
Así, imprevistamente, como un capricho del destino, le fue presentado al autor, una mañana inolvidable por cierto, en el Observatorio Astronómico de Córdoba.
