Santiago Paolantonio
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Desde siempre, el comercio, los desarrollos tecnológicos y las actividades científicas requirieron cuantificar: la cantidad de tela o el vino vendido, las dimensiones de una maquinaria o de un edificio, el tiempo transcurrido entre dos fenómenos o las dimensiones de nuestro planeta. La navegación, las construcciones arquitectónicas y los trabajos agrícolas, son solo algunos ejemplos de actividades que dependen de mediciones confiables de longitudes, superficies, masa y tiempo. La medición fue y es un procedimiento fundamental en la vida cotidiana.
Medir básicamente implica comparar lo que se desea medir respecto a una referencia, un patrón, que se elige como unidad. Cada magnitud a medir: longitud, masa, tiempo, etc., requiere de una unidad. Hoy utilizamos una gran variedad de unidades, tales como el metro, el segundo, el kilogramo o el Ampere, en general sin tomar conciencia de los ingentes esfuerzos que debieron realizarse para llegar a definirlas y adoptarlas.
Los problemas derivados de la multiplicidad de unidades, fueron en el pasado muchos y muy importantes, y se constituyeron en el principal aliciente para iniciar el proceso para su unificación y sistematización.
En la actualidad, el conjunto de unidades más extensamente utilizad0, es el denominado “Sistema Internacional de Unidades”, cuya coherencia y facilidad de uso, ha llevado a su empleo generalizado a nivel mundial. La conformación de este sistema y su aceptación, requirió de extensos estudios, numerosos desarrollos tecnológicos y largas discusiones, que demandaron más de dos siglos. Este movimiento político, científico y tecnológico internacional se constituye sin dudas en un caso singular en la historia.
La República Argentina no fue ajena a este proceso, por el contrario, participó activamente desde sus comienzos.
Algunos patrones vigentes en España a mediados del siglo XIX. 1. Libra (Tolosa). Latón, 16 cm, 2. Arroba (Barcelona), 1849. Latón; altura, 24,4 cm, 3. Media arroba de aceite (Badajoz). Cobre; altura, 36,5 cm, 4. Media fanega (Santander). Madera; medida mayor 86 cm, 5. Vara (Lugo). Madera con remates en hierro; 85,5 cm (Centro Español de Metrología. Tomado de www.almendron.com/artehistoria/historia-de-espana/).
Unidades utilizadas en Latinoamérica hasta mediados del siglo XIX
En las colonias españolas en América, las unidades más usualmente utilizadas fueron las provenientes de España y en menor medida de Inglaterra. Sin embargo, con el tiempo sufrieron grandes modificaciones que terminaron diferenciándolas (Balbín 1881). Estas unidades se mantuvieron vigentes durante varias décadas con posterioridad a que las colonias se independizaran.
A continuación, se detallan algunas de las unidades existentes en Latinoamérica hasta aproximadamente mediados del siglo XIX de acuerdo a Balbín (1881) y Washburn, West y Hull (1926). Se caracterizaban por la falta de uniformidad y gran variabilidad, tanto en los valores como en las denominaciones.
Para las medidas de longitud se empleaba mayoritariamente la “vara”, distintas según el país:
- Argentina 1 vara = 0,8666 metros
- Chile 1 vara = 0,836 metros [en Washburn, West y Hull 1926 se indica como “bara”]
- Costa Rica 1 vara = 0,8393 metros
- Guatemala 1 vara = 0,8359 metros
- Honduras 1 vara = 0,8128 metros
- México 1 vara = 0,838 metros
En Brasil, que hereda las unidades utilizadas por los portugueses, la referencia fue el “pé” (pie), equivalente a 0,33 metros, definiéndose la “vara” como 3 y 1/3 pé, esto es: 1,10 metros.
Para la masa (para realizar las pesadas), se empleaba en general la “libra”:
- Argentina 1 libra = 0,4594 kilogramos
- Chile 1 libra = 0,460093 kilogramos
- México 1 libra = 0,46024634 kilogramos
- Brasil 1 libra = 0,45905 kilogramos
En Argentina también existía la “libra de farmacia o botica”, utilizada en farmacias y en medicina, equivalente a tres cuartos de la “libra” (0,3445 kg). Otro tanto ocurría en Chile, donde se denominaba “libra medicinal” (Balbín 1881, 46).
En Centroamérica se usaron la “caja” (16 kg), la “fanega” (92 kg) y la “carga” (161 kg).
La vara y la libra eran acompañadas por diversas unidades relacionadas, de menor y mayor valor, cada una con un nombre diferente, esto es, sin una raíz común, tal como se puede apreciar en la tabla siguiente que detalla algunas de las vigentes en Argentina.
En Chile se emplearon similares unidades que en Argentina, con la salvedad que los valores eran distintos debido a que partían de una “vara” y una “libra” diferentes. Se distinguía la “legua”, que se consideraba igual a 5.400 en lugar de 6.000 varas.
Para la masa también se utilizaron:
- el castellano equivalente a 1/100 libras
- la arroba equivalente a 25 libras
- el quintal equivalente a 100 libras
Para medir capacidad de materiales secos:
- el almude equivalente a 8,083 litros
- la fanega equivalentes a 12 almude o sea 96,996 litros.
Y para los líquidos:
- el cuartillo equivalente a 1,111 litros
- la arroba equivalente a 32 cuartillos = 35,552 litros
También existían el “frasco” y la “cuarta”, así como el “galón inglés”, ocupado principalmente en los almacenes.
En Centroamérica, se tomaba la vara como referencia y las fracciones eran la “cuarta” (1/4 de vara) y la “tercia” (1/3 de vara), además del “mecate” (24 varas).
Como ejemplo de utilización de la vara en Argentina, se puede destacar que en 1870, para la compra de los terrenos destinados al Observatorio Nacional, en la ciudad de Córdoba, se especificaron las medidas en esta unidad y la superficie en varas cuadradas, indicándose las dimensiones totales del predio en 250 por 250 varas (217 x 217 metros) (Paolantonio y Minniti 2001).
Los valores señalados cambiaron a lo largo del tiempo, a la vez que en cada país eran distintos según la región. Incluso se daba multiplicidad de unidades oficiales, como ocurría en diferentes provincias argentinas:
«…en San Luis hay dos unidades diferentes, tan legal una como la otra, para medidas lineales y superficiales; en Córdoba se usan oficialmente tres formas distintas de la unidad para medidas de áridos; y en Santiago del Estero y Tucumán se emplean denominaciones que no se conocen en otras provincias…» (Balbín 1881, 9).
La falta de uniformidad y reglas claras se prestaba para situaciones singulares, en 1872, el presidente Domingo F. Sarmiento comentaba al director del Observatorio Nacional Argentino, Dr. Benjamin Gould:
«En la campaña de B. Aires hai [sic] romana (falsa o grande) [balanza romana] para comprar lana y otra para venderla, a quien se deja engañar…» (18/3/1872).
Nacimiento del Sistema Métrico Decimal
Para 1850, de acuerdo al «A Universal Dictionary of Weights and Measures” de John Alexander, podían contabilizarse 60 tipos distintos de «pulgadas», 135 de «pies», 53 de «millas» y 235 «libras» (Gould 1888). El famoso químico Antoine L. Lavoisier, en su momento cobrador de impuestos, señalaba que tan solo en el distrito de Peronne, Francia, se usaban 17 medidas diferentes de “journal” – unidad de superficie agraria equivalente al área que un hombre podía labrar en un día – (Garavaglia 1983, 542).
La gran confusión que generaban las incertidumbres derivadas de tantas unidades, las dificultades en el comercio y los fraudes, llevó a diversos intentos de poner orden a este caos y terminar con los abusos, entre los cuales, corresponde destacar especialmente lo realizado en Francia.
Luego de algunas tentativas llevadas adelante durante los reinados de Luis XIV y Luis XV, entre los siglos XVII y comienzos del XVIII, se redoblaron los esfuerzos para lograr un sistema homogéneo basado en medidas “naturales” que resultaran universales, retomándose propuestas efectuadas por diversos pensadores en el último siglo.
Con posterioridad a la Revolución Francesa, el político Charles M. Talleyrand Périgod, Obispo de Autun, propuso a la Asamblea Nacional un nuevo esquema basado en unidades “naturales”, que esperaba serían «para todos los pueblos, de todos los tiempos» (Swindell 1975). Proponía adoptar como valor del metro, la longitud del péndulo con un período de oscilación de un segundo, ubicado a una latitud de 45°, “…latitud media del mundo civilizado”… la latitud media de Francia (Garavaglia 1983, 543).
La Academia de Ciencias de París intervino para analizar el tema, planteándose tres posibilidades. La primera, contemplaba la que había sido sugerida por Cristopher Wern, el Abate Picard y por Christian Huygens, era definir la unidad como el mencionado largo del péndulo. Otra propuesta contemplaba utilizar como referencia una fracción de la circunferencia del ecuador de la Tierra. La tercera fue la del Abate Mounton, que consistía en adoptar como referencia una fracción de un arco de meridiano terrestre, fuertemente apoyada por los miembros de la Academia (Caviglia 1983; Gould 1888; Swindell 1975).
El uso del péndulo fue rechazado por depender de la aceleración de la gravedad, distinta según el lugar elegido.
Luego de presentado el informe de la Academia, el 30 de marzo de 1791, la Asamblea Nacional aceptó la alternativa de adoptar la fracción del arco de meridiano.
Dado que se pretendía que la propuesta fuese aceptada universalmente, para asegurar la cooperación y la asistencia de la comunidad internacional, la Asamblea Nacional solicito que se extendieran invitaciones para participar en la iniciativa a todos los países, en especial a Gran Bretaña, rival declarado de Francia.
España, Italia, Países Bajos, Dinamarca y Suiza aceptaron la invitación (Gould 1888), no así los ingleses, los que de acuerdo a Gould (1888), no lo hicieron debido a:
“…probablemente por la intensa y recíproca hostilidad de los dos pueblos [Francia y Gran Bretaña], reforzado sin duda por ese disgusto a todo cambio, que es tan característico del inglés…”
Este comentario es representativo de las grandes dificultades que fueron necesarias salvar para llevar adelante este emprendimiento.
La nueva unidad de longitud, el “metro” – “medida” en griego –, tendría un valor igual a las 10 millonésimas partes de un cuarto de arco de meridiano terrestre. Las unidades de superficie y volumen se derivarían del metro.
Por otro lado, la unidad de masa se definiría como mil veces la del gramo, igual a la de un cubo de una centésima parte de un metro – un centímetro cúbico – de agua pura a la temperatura correspondiente a su máxima densidad – 3,98 °C –.
Cuando el rey Luis XVI ordenó desarrollar un nuevo sistema de medición, la comisión encargada, entre cuyos miembros se encontraba Lavoisier, propuso como unidad de masa el «grave», definido como la masa de un litro de agua en el punto de hielo – es decir, un kilogramo –. Posteriormente a la Revolución, el nuevo gobierno republicano continuó con la idea, pero cambió la definición al «gramo», el que por su valor se adaptaba mejor a los usos de la época. Sin embargo, un estándar de un gramo habría sido difícil de usar y establecer, por lo que se decidió que el prototipo sería el “kilogramo”, mil veces mayor. Esta decisión, seguramente impulsada por motivos políticos – Lavoisier había pasado por la guillotina –, terminó generando una unidad base cuyo nombre contiene un prefijo (BIPM 2015).
Los múltiplos y submúltiplos de todas las unidades serían decimales, esto es, se obtendrían multiplicado o dividiendo la base sucesivamente por 10.
Finalmente, el 7 de abril de 1795 fue promulgada la ley aprobando el nuevo conjunto de unidades, al que se denominó “Sistema Métrico Decimal”, que sería de uso obligatorio en toda Francia.
El metro fue establecido como la 10 millonésima parte del cuarto de meridiano terrestre que pasa por París. Para obtener el valor se midieron los 10° que separan Barcelona de Dunkerque (S. Paolantonio. Imágenes base Google Map y es.wikipedia.org/wiki/ Sistema_M%C3%A9trico_Decimal#/media/File:Kilometre_definition.svg).
Para fijar el metro se planificó la determinación de la longitud de un arco meridiano lo más extenso posibles, utilizando triangulaciones geodésicas precisas. Para este fin, se resolvió medir el arco de 10° que pasa por París, con extremos en Dunkerque, Francia y Barcelona, España.
Las tareas, principalmente llevadas a cabo por Jean-Baptiste Joseph Delambre y Pierre François André Méchain, demandaron siete años de laboriosas mediciones. Debieron sobrellevarse un sin número de obstáculos técnicos y administrativos, así como la guerra con España, donde se debían efectuar parte de las mediciones.
En 1799 las observaciones habían terminado y los cálculos realizados[1].
Una nueva reunión fue convocada ese mismo año, destinada a establecer con precisión las nuevas unidades, a la que asistieron representantes de diez estados.
El metro se materializó por medio de un prototipo, consistente en una regla, mientras que el kilogramo, con una pesa cilíndrica, ambos de platino, los que fueron depositados en los Archivos de la República. Copias de estos prototipos – en total se realizaron cuatro de cada uno (Swindell 1975,110) – se guardaron en el Conservatorio de Artes y Oficios y en el Observatorio (Gould 1888)[2].
Los primeros pasos hacia un sistema homogéneo de unidades en Argentina
Luego de la independencia argentina y a lo largo del extenso proceso de formación de la república, las cuestiones relacionadas con los “pesos y medidas” no estuvieron ausentes.
En 1822, la Sociedad de Ciencias Físicas y Exactas de Buenos Aires indica para la vara vigente en esa provincia, una equivalencia de 0,8677 metros (Núñez 1825, 191), valor aparentemente determinado por esa sociedad (Senillosa 1835, 10).
Al año siguiente, el Gobernador de Entre Ríos, Lucio Mansilla, decretó el “Reglamento de Pesos y Medidas”, en el que se ordenaba arreglar las unidades vigentes en la provincia, a las utilizadas en Buenos Aires y Montevideo, imponiendo multas a quienes las falseasen.
En 1835, siendo Gobernador y Capitán General de Buenos Aires el Brigadier Juan Manuel de Rosas, se comisionó al “ciudadano” Don Felipe Senillosa[3], ex Presidente del Departamento Topográfico, para revisar los “pesos y medidas” existentes y construir nuevos patrones exactos, que se convertirían en los únicos de uso legal en la provincia.
Felipe Senillosa (www.prodim.ic.gba.gov.ar/html/GRAFICOS/001/05/B3/00/451.JPG).
Terminada la tarea encomendada, Senillosa publicó lo realizado en las “Memoria sobre los Pesos y Medidas de esta Provincia” el 19 de noviembre de 1935 (Senillosa 1835). El 18 de diciembre, se emitió un nuevo decreto aprobando las memorias y ordenando su publicación.
También se encarga al Jefe de Policía construir dos patrones nuevos de cada una de las siguientes unidades: la vara, el frasco, la cuartilla y la libra, los que debían depositarse en el departamento de Policía – donde se encontraban los viejos – y en el Departamento Topográfico. Al inicio del decreto se señalan las razones que lo generaron:
«Deseando el Gobierno evitar los perjuicios que se siguen al comercio por la incertidumbre y falta de determinación de los pesos y medidas,…«
En el artículo 6 se detallan las equivalencias para las distintas unidades:
“Queda determinado el Frasco por el contenido de ciento y setenta pulgadas cúbicas y cinco octavos de nuestra vara; la Cuartilla o cuarta parte de la fanega, dos mil cuatrocientas sesenta y cuatro pulgadas cúbicas de la misma vara; y la Libra, de un peso igual a treinta y tres pulgadas cúbicas de agua pura o destilada al máximum de condensación.”
La Catedral de Buenos Aires en 1829, siete años antes de las mediciones para la conservación de la Vara (Acuarela de Charles H. Pellegrini, Tomado de es.wikipedia.org/wiki/ Charles_Henri_Pellegrini#/media/File:Pellegrini_Buenos_Aires_Catedral.jpg).
Con la intención de relacionar la “vara” con la distancia de dos puntos fijos, que permitiera restablecerla en un futuro, se indica que para este fin se emplearía el ancho de la nave central de la Catedral de la ciudad.
El 29 de enero de 1936, Senillosa y Saturnino Salas, Oficial Primero del Departamento de Topógrafos, procedieron a medir el ancho de la nave central de la Catedral de Buenos Aires. Luego de realizarse diversas determinaciones, se decidió emplear la distancia entre las columnas enfrentadas donde se ubican los dos púlpitos, debajo de los cuales se fijaron sendas placas planas de mármol, donde se marcaron los puntos. El valor obtenido fue de 8,862 metros, que corresponderían a 10 varas “de Buenos Aires”, 8 pulgadas y 5,356 líneas.
Vistas de las columnas oeste (izquierda) y este (derecha) donde se ubican los púlpitos de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires – 2010 –. En 1836, en estas posiciones se colocaron placas de mármol, destinadas a fijar dos puntos para determinar la distancia que los separaba, con el objeto de relacionarla con el valor de la “vara de Buenos Aires”. «Se fijaron verticalmente dos planos de mármol, embutidos en el promedio entrante de las dos pilastras…» (Balbín 1888, 179). Las placas ya no se encuentran. (Parciales, autor: José Ignacio Teran, disponible en http://www.360cities.net/image/buenos-aires-metropolitan-cathedral-argentina).
Las fotografías actuales de estas zonas de la Catedral, no evidencian la existencia de las marcas, las placas de mármol ya no están, desconociendo el autor el momento en que fueron extraídas[4].
Para la tarea, se utilizó un metro de acero adquirido en París al fabricante Sr. Lenoir, por Senillosa cuando era presidente del Departamento de Topógrafos – entre 1828 y1829 – (Senillosa 1835, 10). Se trata de la primera referencia que se ha ubicado sobre la existencia de patrones relacionados con el sistema métrico decimal en Argentina. La temperatura se midió con un termómetro J. Blunt, dando un valor de 78 grados Fahrenheit (25,6 °C).
En sus memorias, Senillosa señala que se había construido un patrón de la vara[5] fabricado en bronce, de 3,5 x 10,73 líneas – 7 x 21,5 mm –, con marcas de las subdivisiones realizadas por Pierre Benoit, ingeniero del Departamento Topográfico (Senillosa 1835, 12). Se la relacionó con el metro resultando un valor de 0,8666 m. Se utilizó para este fin, un aparato realizado por el profesor de física y astronomía de la Universidad de Buenos Aires, el italiano Fabrizio O. Mossotti, antes del retorno a su patria, ocurrido ese mismo año (Senillosa 1835, 10-11).
Construidos los nuevos patrones, el 15 de julio se procedió a verificarlos, operación que se realizó en la casa del Gobernador. Estaban presentes Senillosa, Bernardino Victorica, Jefe de Policía, José Arenales, Presidente del Departamento Topográfico, los Ministros de Relaciones Exteriores y de Hacienda, y otros funcionarios. Las verificaciones fueron positivas, y se repitieron luego de la llegada de Rosas – que en un principio no se encontraba presente –, comprobándose nuevamente que los patrones eran correctos.
Resultan interesantes los relatos incluidos en las actas, sobre cómo se realizaron algunas de las verificaciones:
«… se cotejaron las dos varas de bronce nuevamente construidas y se encontraron perfectamente iguales, tanto a simple vista y al tacto sobreponiendo la una sobre la otra, como por la observación de un anteojo fijo que tenía en su centro un hilo que marcaba el término de las dos varas…” (Balbín 1881)
También se comparó una de las varas con el metro de acero, hallándose que era apenas mayor a 0,866 metros. Ninguna medida de temperatura es mencionada.
Para comprobar la libra, se fabricó una caja de lata con dimensiones tales, que contuvieran 33 pulgadas cúbicas. De acuerdo al decreto, el peso de este volumen de «agua pura o destilada» a 39 grados Fahrenheit, debía equivaler a una libra.
Como en ese momento la temperatura era de 55 grados Fahrenheit (12,78 °C), se agregó un «grano» de agua para compensar la diferencia.
Empleando una balanza de platillos se taró la caja, para luego llenarla con agua destilada “del alambique de la casa del señor Ferrari, encargado del Museo” – se estima que se refiere a Carlos Francesco Ferraris[6] –. Se ubicó el patrón de una libra en el otro platillo, comprobándose que era correcto. También se verificó que la balanza podía detectar una diferencia de un “grano” – 1/9216 de libra, unos 0,05 gramos –.
Las pesas de una libra tenían grabada la leyenda “Una libra de Buenos Aires – Año de mil ochocientos treinta y cinco” y en su parte inferior el lema “¡Viva la Federación!”.
La balanza utilizada había sido traída de Francia por Miguel R. Rodríguez, un aficionado a las ciencias, al igual que un “kilogramo de contraste de París” (Senillosa 1835,8).
La libra de Buenos Aires posteriormente fue usada como referencia en las provincias de Entre Ríos, Salta y Santa Fe (Balbín 1881). El 6 de junio de 1836 se procedió a inutilizar los patrones viejos.
En ninguno de estos acontecimientos se hace mención a la unidad de tiempo, de hecho, en Argentina no existía una hora única, la que recién se comenzaría a concretar luego de la creación del Observatorio Nacional Argentino.
A pesar que se mantuvieron las unidades existentes, el trabajo descripto es un notable intento de ordenamiento del caótico sistema existente y su vinculación al sistema métrico decimal. Se trató de un promisorio comienzo de normalización en pos de un sistema de pesos y medidas adecuado, sin embargo, habrá que esperar varias décadas para su concreción. Las razones son numerosas, entre otras, las dificultades de mover costumbres y estructuras fuertemente arraigadas a lo largo de siglos, así como las numerosas convulsiones internas que se sucedieron en aquella época.
Medalla acuñada en Francia en conmemoración de la introducción del Sistema Métrico Decimal, 1840. En una de sus caras aparece una regla de un metro y una pesa, con la leyenda “À tous les temps, à tous les peuples” (Para todos los tiempos, a todos los pueblos), declaratoria de la intención de permanencia y universalidad. En la otra cara se aprecia una alegoría que hace referencia a su definición en base al cuarto de meridiano terrestre con el texto “Unité des mesures” (Unidad de medidas). Siguiendo el eje de la Tierra al norte, una estrella (la Polar) (http://www.imha.ru/1144537868-decimalnaya-sistema-izmereniy-istoriya-stanovleniya.html#.VXTGQNJ_NBc).
Del Sistema Métrico Decimal al Sistema Internacional de Medidas
El estado de Buenos Aires, por ley del 6 de octubre de 1857, sancionó la legalidad de las pesas y medidas métricas decimales, con sus denominaciones técnicas, múltiplos y submúltiplos. Posteriormente, estando Bartolomé Mitre como presidente, se promulga la ley N° 52 del 10 de septiembre de 1863, adoptando el sistema de pesas y medidas métrico decimal, autorizando al Poder Ejecutivo a declararlo obligatorio para la Administración y en todo el territorio de la República.
Chile, lo había adoptado en 1848 – Sarmiento no fue ajeno a este hecho –, mientras que México lo asumió en 1856 (Balbín 1881, 10).
El sistema métrico de pesos y medidas inexorablemente seguía progresando. El Gobierno de Francia en 1837 promulgó una ley que hacía obligatorio el uso de las unidades métricas a partir del primer día de 1840. Los países Bajos hicieron lo propio en 1820 y Gracias en 1836.
En la Exposición Internacional de París en 1867, un comité de delegados de varios países recomendó la adopción universal de las pesas y medidas métricas. Como consecuencia de estas sugerencias, y otras similares de la Academia de Ciencias de San Petersburgo y de la Asociación Internacional de Geodesia, en 1869 el gobierno francés propuso la creación de la “Comisión Internacional del Metro”, con el objeto de establecer una organización científica para la “construcción y verificación con los mejores aparatos de la ciencia moderna, de nuevas normas internacionales del metro y el kilogramo” (Swindell 1975,111, BIPM 2015).
Se envió una circular a un gran número de naciones con las que Francia mantenía relaciones diplomáticas, para invitarlas a enviar delegados a una conferencia que se realizaría en París en 1870.
Del 8 al 13 de agosto de 1870 se reunieron en el Conservatorio Nacional de Artes y Oficios 21 delegados. Apenas tres semanas antes había dado inicio la guerra Franco-Prusiana, como consecuencia, ni Prusia ni Inglaterra se hicieron presentes.
Los representantes iniciaron la discusión de los acuerdos a realizar y visitaron los Archivos para inspeccionar los patrones, que se encontraban en excelentes condiciones. Discutieron posibles formas de asegurar su conservación. De hecho, durante la guerra y la rebelión de París, los prototipos estuvieron en serio peligro, por lo que en secreto debieron esconderse en la Academia de Ciencias (Gould 1888), hecho que puso en evidencia la importancia de adoptar medidas para su preservación.
Solo un mes más tarde de estos acontecimientos, arribaban a la ciudad de Córdoba el Dr. Benjamin A. Gould y los primeros cuatro ayudantes, que constituirían el primer plantel del futuro Observatorio Nacional Argentino.
El 24 de octubre del año siguiente, se inaugura oficialmente el Observatorio, para entonces, la sede de la institución estaba casi termina y las observaciones para la Uranometría Argentina muy avanzadas. El principal instrumento, el Círculo Meridiano, adquirido a la casa Repsold de Hamburgo, aún no había llegado como consecuencia de la misma guerra que frustró parcialmente la Convención de 1870.
El Observatorio, junto a la Academia Nacional de Ciencias y la Exposición Nacional, fue parte de las estrategias que el entonces presidente de la Nación, Domingo F. Sarmiento, junto a su Ministro Nicolás Avellaneda, trazaron para promover el progreso científico, técnico e industrial del país.
La Exposición Nacional había abierto sus puertas poco tiempo antes que el Observatorio, a ella concurrieron diversos países y todas las provincias. Entre otras cosas, los diversos estados provinciales llevaron a Córdoba las colecciones de “patrones” de unidades que se utilizaban en sus respectivas jurisdicciones.
Aprovechando este hecho, así como la presencia de Gould – situación seguramente planificada –, el 30 de noviembre Sarmiento emite la acordada N° 8715, comisionando al director del observatorio el control de los patrones de las provincias, debía:
“… confrontarlas, estableciendo sus semejanzas y diferencias y designando los medios apropiados para establecer en toda la República un sistema uniforme que simplifique y facilite las transacciones y les dé una base más exacta,…” (Sarmiento 30/11/1871, en García Castellanos 1994, 221)
Se otorga poder a Gould para pedir en nombre del Gobierno Nacional las colecciones a las Provincias que no las habían remitido.
Benjamin A. Gould (1924 – 1896), director del Observatorio Nacional Argentino (1871-1885) y representante argentino ante el Bureau Internacional des Poids et Mesures (1879-1884) (Archivo OAC).
El Observatorio Nacional Argentino el día de su inauguración, 24 de octubre de 1871 (Archivo OAC, dig. S. Paolantonio).
La razón de la confianza de Sarmiento en Gould para llevar adelante estas tareas, se fundó en que el astrónomo había formado parte del «Committee to Report in Relation to Uniform Standards in Weights, Measures, and Coinage» de la The American Association for the Advancement of Science, y cuando se desempeñó en el Coast Survey, se había dedicado a las normativas sobre pesos y medidas, lo que mostraba su interés y versación en el tema (Paolantonio y Minniti 2001).
El 6 de febrero de 1872, Gould recibe la misiva del Ministro Avellaneda comunicándole la designación. A pesar que esto afectaría lo que se estaba realizando en el Observatorio y le desviaba bastante de los objetivos que se había trazado, por nota acepta el pedido:
«No creería corresponder a las continuas manifestaciones de consideración y benevolencia que he recibido constantemente después de mi llegada a este país, tanto de las autoridades nacionales como de ciudadanos particulares, si no me dedicara con mis mayores esfuerzos a cualquier trabajo que, estando dentro de la esfera de mis estudios especiales, puede ser útil a la nación…» (Gould a Avellaneda, 15/2/1872).
A juzgar por esta carta, Gould no estaba al tanto de la designación. En el informe al Ministro de 1872 indica:
«… Aparte de los trabajos que propiamente me corresponden como director del Observatorio, he aprovechado toda oportunidad para cooperar a la ejecución de los ilustrados proyectos del Gobierno de la Nación. Siempre que se ha estimado en alguna manera útil mi concurso, y el carácter de mis estudios podía autorizar esta opinión, he aceptado con decisión cualesquiera comisiones que me han querido confiar, con tal que no fuesen perjudicadas mis atenciones en el Observatorio. Animado de este espíritu no he vacilado en aceptar la muy importante y laboriosa comisión con que V.E. me ha honrado, de verificar y comparar las pesas y medidas que se hallan actualmente en uso en las diferentes provincias y de proponer los medios para llevar a cabo la tan apetecida uniformidad de ellas…» (Gould a Avellaneda, marzo 1873)
En el mismo mes de febrero les son enviados los elementos a controlar de Buenos Aires y Tucumán:
- De Buenos Aires: una Vara de bronce, una cajita con 9 pesas de 1 Libra, una con cuatro medidas de líquido y medidas de madera.
- De Tucumán: una Vara de madera y medidas de líquido hechas en latón, entre otras.
Posteriormente recibe los patrones del resto de las provincias.
Gran Palacio y jardines de la Exposición Nacional – derecha – y su interior – izquierda -. La Exposición se ubicó en los predios que hoy ocupa el Palacio de Justicia I en la ciudad de Córdoba (Archivo Histórico Municipalidad de Córdoba – Dig. S. Paolantonio).
Una idea de la diversidad y estado de estos patrones, puede tomarse de lo señalado por el Ingeniero Valentín Balbín, Inspector General de Obras Hidráulicas, del Departamento de Ingenieros Civiles, quien años más tarde se encargó de las determinaciones de las equivalencias con el sistema métrico:
“Los patrones de la libra y de algunos de los múltiplos y divisores más usuales, no merecen en verdad el nombre que llevan. Los de Tucumán, Corrientes, Jujuy y San Luis son chapas de fierro sin pulimento, de forma no bien definida y algún tanto oxidadas; los de Santiago del Estero, la Rioja, San Juan, Salta y Córdoba son piezas de enchufe, bastante oxidadas y de superficie irregular, con hoyos y surcos, y finalmente las de Santa Fe, Ente Ríos y Mendoza, son cilindros de bronce mal construidos,…» (Balbín 1888, 47)
Muy prontamente Gould escribe al Presidente informándole el trabajo realizado, sugiriendo que la solución era utilizar definitivamente el sistema métrico decimal. Por el tiempo transcurrido hasta la respuesta, es evidente que la inspección de los elementos fue muy general. Por otro lado, Gould tenía una posición tomada abiertamente a favor del sistema métrico.
«La espléndida armonía del sistema métrico permite una reproducción de todas las unidades cuando se quiera…» (Gould a Sarmiento, 26/3/1872. Museo Sarmiento, Carpeta 11, N° 1518)
En la misma misiva señala la importancia de su universalidad, criticando la diversidad de unidades existente en las provincias, e incluso entre las distintas municipalidades dentro de cada provincia. También señala, que de fuente confiable, tenía conocimiento que pocos años atrás, en el ámbito de la Municipalidad de Córdoba se habían realizado modificaciones de los patrones “legales” para favorecer determinadas transacciones comerciales – de amigos del poder –.
Sarmiento muestra conocimiento en el tema. Indica que mientras las “libras” de las distintas provincias no discrepaban mucho, sí lo hacían las distintas unidades para los líquidos, donde las diferencias eran “enormes”. Afirma que en la “fanega” había diferencias de casi el doble.
El presidente da firme apoyo a la adopción del sistema métrico:
“En cuanto al sistema decimal [Sistema Métrico Decimal] no hay cuestión. Lo adoptaremos porque la Europa continental lo ha adoptado y la Inglaterra empieza a ceder ante la universalidad del hecho.” (Sarmiento a Gould 18/3/1872, Museo Sarmiento Carpeta 11, N° 1518 bis)
Por otro lado, el jefe de estado en 1860 había publicado en Buenos Aires un librillo de 48 páginas sobre el sistema métrico, destinado a las escuelas y el comercio.
Texto de 1860 sobre el Sistema Métrico con la autoría de D. F. Sarmiento, publicado en Buenos Aires: “Sistema métrico: exposicion completa, teórica i sobre todo práctica de este sistema, con unas tablas para las reducciones de las antiguas pesas y medidas a las nuevas i viceversa, con la mayor facilidad i prontitud. Obra destinada especialmente al comercio i a las escuelas, i publicada por órden del jefe del Departamento de Escuelas i ministro de gobierno de Buenos-Aires d. Domingo F. Sarmiento”.
El 17 de mayo de 1872, por el decreto N° 1157 del Poder Ejecutivo Nacional, se establece el uso del Sistema Métrico Decimal en las Aduanas, el que sería obligatorio para todas las operaciones a partir del 1 de enero de 1873.
En esta época, gracias a que se contaba en el Observatorio con un círculo meridiano y relojes de alta precisión, así como una línea de telégrafo conectada a la red nacional, se inició la emisión de la hora, primero para Buenos Aires y posteriormente para todo el territorio de la República.
El segundo era definido como la fracción 1/86.400 del día solar medio, cuya duración exacta fue calculada por la comunidad astronómica (BIPM 2015).
Terminada la guerra Franco-Prusiana, que retrasó el inicio del trabajo de la Comisión Internacional del Metro, entre el 2 y el 14 de abril de 1872 se reunieron en París delegados de 29 naciones, para continuar con el trabajo y tomar las decisiones finales. Se decide la fabricación de nuevos prototipos de las unidades y se propone la firma de la “Convención del Metro”, así como la creación de una “Oficina Internacional de Pesas y Medidas” (BIPM 2015).
Luego de largas deliberaciones, para los nuevos prototipos se resuelve no utilizar platino puro, sido aleado con 10% de iridio, lo que le daría gran resistencia a la corrosión[7]. Henri Édouard Tresca, un ingeniero y profesor en el Conservatorio Nacional de Artes y Oficios de París, propone elaborar la barra del metro con una sección en forma de “X”, para maximizar la resistencia con la mínima cantidad de material, lo que también facilitaría llegar a una temperatura constante durante las mediciones. Con una longitud de 102 cm, la unidad estaría definida por la distancia entre dos marcas ubicada cerca de los extremos de la barra.
Momento del muy difícil proceso de fundición de la aleación de platino-iridio, destinada a los prototipos del metro y el kilogramo. Previamente se había ensayado a pequeña escala (Gould 1888). La tarea se llevó a cabo el 13 de mayo de 1874, en el Conservatoire des Arts et Métiers (Conservatorio Nacional de Artes y Oficios) de París. Tres grandes piezas de 80, 85 y 95 kilogramos, se fundieron para obtener un lingote único, para garantizar la homogeneidad de la aleación – en particular del coeficiente de dilatación –. Se logró una barra de 8 x 18 x 142 cm que pesaba 234 kilogramos. La operación fue conducida por Henri Tresca ingeniero del Conservatorio y el británico George Matthey, expertos en metalurgia del platino – ambos jugaron un papel clave en la producción de los prototipos –, con el asesoramiento de Sainte-Claire Deville y Debray (Swindells 1975; Hunt 1979). También se encontraban presentes el presidente de Francia, Patrice de Mac-Mahon y el Ministro de Instrucción Pública (Gould 1888) (Grabado aparecido en la revista L’Illustration el 16/5/1874, tomado de Hunt 1979).
Prototipos del metro y el kilogramo (http://www.bipm.org/en/measurement-units/history-si/metre_kilo.html). A partir del lingote de platino-iridio se forjó en frío una barra con sección en “X”, la que posteriormente fue cortada, eliminándose las partes con grietas o fisuras. Más tarde, para evitar posibles contaminaciones con hierro, se fabricaron barras de sección rectangular, que luego fueron cepilladas para darle la forma de “X” (Swindells 1975). Los prototipos del metro tienen un largo de 102 cm y 20 x 20 mm de sección. El kilogramo fue construido con forma de cilindro de diámetro y alto de 39 mm.
En cuanto al prototipo del kilogramo, su forma no demandó mucha discusión, sería un cilindro de igual diámetro y altura, de 39 milímetros, con los bordes redondeados.
Finalmente, en 1874 se crean los nuevos prototipos del metro y el kilogramo, que posteriormente serían reconocidos por la Convención Internacional del Metro.
Sin embargo, la aleación de platino-iridio obtenida se encontraba contaminada con pequeñas cantidades de hierro, rodio y rutenio. En el afán de eliminar este defecto, se llevaron a cabo estudios que derivaron en nuevos métodos de fundición y refinamiento, logrados por George Matthey en 1879. La producción de metros y kilogramos estándares se prolongó durante más de veinte años, los últimos pedidos del Gobierno francés se entregan en 1887[8].
Una nueva conferencia se celebró en París en 1875, para asegurar la unificación internacional y el perfeccionamiento del Sistema Métrico Decimal. Se pretendía reemplazar los prototipos del metro y el kilogramo que guardaba el gobierno francés, por los nuevos que se estaban elaborando. También se esperaba concertar la creación de un organismo internacional que administrase y mantuviese los patrones.
Aceptaron la convocatoria 19 naciones: Argentina, Alemania, Imperio Austro-Húngaro, Bélgica, Brasil, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Italia, Perú, Portugal, Rusia, Suecia y Noruega, Suiza, Turquía y Venezuela[9] (Gobierno Nacional 1911, 38).
El Presidente Nicolás Avellaneda, sucesor de Sarmiento, designa como convencional a Mariano Balcarse, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en París (Gobierno Nacional 1911, 39).
Mariano Balcarse (1807-1885) convencional argentino en la reunión de 1875. Diplomático, se casó con la hija del General José de San Martín. (Imagen tomada en 1862 en París, http://200.69.147.119:8080/jspui/handle/123456789/1444).
Por Brasil concurre Marcos Antonio d´Araujo, Vizconde de Itayuba, por Perú lo hacen Pedro Gálvez, Ministro Plenipotenciario, y Francisco de Rivera – anterior Ministro Plenipotenciario –, y por Venezuela el Sr. Eliseo Acosta (Gobierno Nacional 1911).
El 20 de mayo de 1875 se firmó el tratado internacional “Convención para asegurar la unificación internacional y el perfeccionamiento del Sistema Métrico”. En sus 14 artículos, se convino sostener en París una “Oficina Internacional de Pesas y Medidas” – Bureau Internacional des Poids et Mesures –, científica y permanente. El gobierno francés se ocuparía del edificio para esta Oficina.
Logo del Bureau Internacional des Poids et Mesures. Una mujer sostiene un metro por sobre todo, pueden apreciarse alusiones al comercio (Mercurio), la industria, la ciencia y la medición del arco de meridiano (Memorias 1881, Biblioteca OAc, dig. S. Paolantonio).
Oficina Internacional de Pesas y Medidas ubicada en Sèvres, cerca de París. En el tratado de 1875, Francia se comprometió a proporcionar el edificio para la Oficina (artículo 2do). Si bien se sugería que se lo construyera, finalmente se utilizó el Pavillon de Breteuil, en aquel momento con dos siglos de antigüedad. Construido por Thomas Gobert de ‘Monsieur’ e inaugurado por Luis XIV en 1672. En 1870 fue seriamente dañado en la guerra Franco-Prusiana (T. J. Quinn, agosto 1991, BIPM 2015) (http://amis-de-sceaux.org/files/2013/03/SCIENCES_CC_Pavillon-de-Breteuil_9FI-SEV-400.jpg y www.bipm.org/en/about-us/pavillon-de-breteuil/).
Después de largos exámenes, el Comité eligió, como la localidad más conveniente de todas las disponibles para el establecimiento del Bureau, el terreno ocupado por el pabellón Bretenil [Breteuil] en el parque St-Cloud. Este se halla cerca de Sèvres, fue cedido por el Gobierno Francés para el uso del Bureau, durante todo el tiempo que pudiera necesitarlo, y allí se ha fijado ese establecimiento internacional. Las construcciones difíciles de los edificios fueron terminadas en el año 1878. Fuera de lo que se requiere para la administración y el servicio como para el alojamiento del personal algo numeroso del Bureau, comprende laboratorios químicos y físicos, un taller mecánico, salas de observación y comparación, depósitos subterráneos para la conservación de los prototipos, máquinas a vapor, aparatos para hacer [sic], y depósitos para guardar el hilo, etc. (Gould 1881).
La Oficina se mantendría bajo la dirección del “Comité Internacional de Pesos y Medidas” y la autoridad de la “Conferencia General de Pesas y Medidas” formada por los delegados de las naciones participantes. El presidente sería el Presidente de la Academia de Ciencias de París. En la oficina se harían las comparaciones y verificaciones de los nuevos patrones del metro y el kilogramo, se conservarían los prototipos y se llevarían adelante comparaciones periódicas con los prototipos nacionales. Se estableció que solo los miembros del Comité Internacional tendrían acceso al depósito donde se guardarían los prototipos. El tratado, entraría en vigor el primer día de 1876 (Gobierno Nacional 1911).
Los trabajos del Comité se iniciaron en forma inmediata, numerosos instrumentos fueron adquiridos y otros construidos especialmente, todo esto a pesar de los pocos recursos disponibles. Muchas fueron las dificultades que debieron superarse. En particular, la falta de fondos fue crítica en 1879, lo que se subsanó gracias a la contribución del Sr. Bischiffisheinr, quien donó la suma de 20.000 francos (Gould 1881) – similar proceder tuvo con otras instituciones científicas, incluido el Observatorio Astronómico de París –.
La República Argentina se convirtió en estado miembro del Bureau International des Poids et Mesures en 1877, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda. Para este fin, se promulga la ley N° 845 el 11 de julio de ese año, que resulta complementaria a la de 1863.
En esta ley, se adoptaba en la República el sistema de pesos y medidas métrico-decimal, con sus denominaciones técnicas y sus múltiplos y submúltiplos, autorizándose al Poder Ejecutivo para que lo declarase obligatorio en todo el territorio de la República: «el uso de aquéllos pesos y medidas métrico-decimales que juzgue oportunos, según estén allanados los obstáculos que se oponga a su realización«. Su utilización sería obligatoria en todos los Colegios y Escuelas Nacionales. Por otra parte, ordena formar cuadros de equivalencia entre los pesos y medidas usados anteriormente en todas las Provincias – que evidentemente aún se empleaban – y las del nuevo sistema. Finalmente, otorga una suma de dinero para hacer efectiva la ley (Ley 845, www.infoleg.gob.ar/).
De todos modos, el camino no fue fácil. El 12 septiembre de 1879, Benjamin Gould dirige una carta a Domingo Sarmiento, en ese momento Ministro del Interior, en la que se quejaba de los intentos de retornar a los viejos usos en el sistema monetario, y reclama su derecho a ser escuchado como “Comisionado de Pesos y Medidas”, mostrando que la transición al nuevo sistema no fue fácil (Museo Sarmiento, Carpeta 11, N° 1525).
Para el cumplimiento de la ley, en cuanto a la determinación de las equivalencias, la tarea es encargada al Departamento de Ingenieros Civiles de la Nación. El responsable sería el ingeniero Valentín Balbín. El ingeniero Juan Tarragó, por decreto del 2/12/1879, fue el encargado de recoger los patrones existentes en las distintas provincias. Solo dos semanas más tarde, el 16 de diciembre, todos los elementos ya se encontraban depositados en el Departamento.
Las equivalencias fueron realizadas y los resultados presentados el 20 de julio de 1881 (Balbín 1881, 3), publicándose ese mismo año el libro «Sistema de Pesas y Medidas de la República Argentina». Estas memorias se inician con las motivaciones que impulsaron el avance hacia la uniformización de las unidades:
“Un sistema como éste [se refiere al existente en 1881], carente de uniformidad, con denominaciones variables y sin raíz fija para la derivación de las unidades, no puede menos que ser perjudicial al comercio, la agricultura y la industria…” (Balbín 1881, 9).
Luego se destaca que los patrones estaban en pésimas condiciones. Como consecuencia, las equivalencias correspondientes a los de masa, se realizaron solo con aproximación al gramo, dado que no tenía sentido hacerlo en forma más exacta. Estas mediciones las realizó el profesor de química Dr. Pedro Narciso Arata.
Mientras estas mediciones se realizaban, en 1879, Gould, como director del Observatorio Nacional Argentino, fue invitado para formar parte del Comité Internacional de Pesos y Medidas, la que aceptó con la autorización del Ministro M. Pizarro del cual dependía (Gould 1881). Para la reunión de 1880, el Director fue nombrado representante argentino (Paolantonio y Minniti 2001). Viaja a París en el segundo semestre de ese año, partiendo de Córdoba el 16 de julio y de Buenos Aires el 21. Se embarca mucho antes de la fecha de la reunión, pues no tenía certeza de la misma debido a que el correo estaba interrumpido como consecuencia de la revolución ocurrida en Buenos Aires. La reunión dio inicio el 12 de septiembre con diez miembros presentes.
En su informe sobre la Conferencia, Gould relata detalladamente las numerosas dificultades que se debieron salvar para la concreción de los diversos acuerdos, inconvenientes que en ocasiones casi hacen zozobrar la empresa (Gould 1881). El 5 julio de 1881, comunica al Ministro que se le brindaba la posibilidad de solicitar al Comité Internacional de Pesas y Medidas, duplicados de patrones del Metro y Kilogramo, sugiriendo como Comisionado que los mismos sean pedidos de «metal puro». Se desconoce si finalmente se adquirió algún patrón (Libro copiador C, p. 76).
Luego de su renuncia como Director del Observatorio Nacional Argentino en 1885 y su retorno a EE.UU., Gould se incorpora nuevamente como miembro del Comité en 1890. También fue nombrado Presidente de la American Metrological Society. En esta época luchó, como lo hizo en Argentina, por la adopción efectiva del Sistema Métrico en su patria.
El Dr. B. A. Gould – primero a la izquierda – junto a los miembros de la 10ma reunión del Comité Internacional de Pesos y Medidas (CIPM), en septiembre de 1894. Posan en las escaleras exteriores del Gran Salón del Pavillon de Breteuil. Desde la izquierda: B. A. Gould, H. J. Chaney, A. Arndtsen, R. Thalén (fila de atrás), H. Salvaje (primera fila), W. Foerster (Presidente), A. Hirsch (Secretario), J. R. Benoît (Director del BIPM, fila de atrás), J. Bertrand, L. de Bodola, H. de Macedo, St. C. Hepites (www.bipm.org/en/committees/cipm/cipm-1894.html).
Prototipo internacional del kilogramo existente en el Bureau Internacional des Poids et Mesures. El kilogramo se define en la actualidad como “la unidad de masa, igual a la masa del prototipo internacional del kilogramo”. Aprobado en 1889, es un cilindro de diámetro y altura de 39 mm, fabricado con una aleación de 90% de platino y 10% de iridio. La unidad de masa se extiende a todo el mundo por comparaciones con este prototipo, a través de un sistema jerárquico. El primer paso de estas comparaciones es normalmente con un subconjunto de «copias oficiales», seguido de calibraciones de copias adicionales conocidos como los «prototipos nacionales», que están destinadas a servir de patrones en cada país miembro. Históricamente se ha comparado con las copias oficiales a intervalos de unos 40 años (http://www.bipm.org/en/bipm/mass/image-ipk.html).
En Argentina, el “prototipo nacional” de masa es una pesa de acero inoxidable austenítico[11] de un kilogramo, identificada como K30, acompañada de tres testigos similares. El patrón K30 se calibra cada 6 años en el Bureau Internacional des Poids et Mesures, acompañado de alguno de los testigos. Una calibración de este patrón fue realizada en el año 2012 (Instituto Nacional de Tecnología Industrial, http://www.inti.gob.ar/).
(Nota: la definición del kilogramo fue cambiada en 2019, ver https://www.inti.gob.ar/noticias/18-institucional/1400-cambia-en-todo-el-mundo-la-definicion-del-kilogramo)
En octubre de 1889, se realiza la primera Conferencia General de Pesas y Medidas, en la que se sancionaron los prototipos del metro y el kilogramo, así como la definición del segundo. En 1921 se realizaron modificaciones al Convenio del Metro y en 1960, en la 11era Conferencia, se creó el actualmente vigente “Sistema Internacional de Medidas”.
El Sistema Internacional de Medidas fue adoptado por la República Argentina el 2 de marzo de 1972 por ley N° 19.511, que instituye el “Sistema Métrico Legal Argentino”, más conocido por sus siglas SIMELA.
En 1960, luego de muchas décadas de vigencia, se redefinió el metro como 1.650.763,73 veces la longitud de onda en el vacío de la radiación naranja del átomo del criptón 86, dejándose de usar el prototipo. También se incorporaron las unidades de frecuencia, hertz, de flujo luminoso, lumen, de iluminancia, lux, y de inducción magnética, tesla. Además, se confirmaron los prefijos pico, nano, micro, mega, giga y tera. Luego, en 1983, en la 17ma Conferencia, nuevamente se cambió la definición del metro como la distancia recorrida por la luz en un intervalo de 1/299.792.458 segundos.
En cuanto al segundo, dadas las irregulares detectadas en la rotación de la Tierra, su definición a partir del día solar medio ya no era satisfactoria, por lo que se adoptó la propuesta por la Unión Internacional de Astronomía, en base al Año Trópico del equinoccio de 1900. Solo siete años más tarde, en la 13era Conferencia, el segundo se redefinió nuevamente como la duración de 9.192.631.770 períodos de la radiación correspondiente a la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del átomo de Cesio 133[10].
La última de las Conferencias Generales fue la N°25 que sesionó en 2014.
En cuanto al prototipo del kilogramo, aún se encuentra vigente el propuesto en 1889. Desde hace algunos años, es centro de numerosos estudios para redefinirlo a partir de constantes naturales, de manera que no dependa de un prototipo, tal como ocurre con el metro y el segundo. Una posibilidad es hacerlo en función de la masa de un cierto número de átomos del isótopo de carbono 12. Otro tanto se espera hacer con otras unidades, tal como el ampere y la candela (Wynands y Göbel 2010).
(Nota: la definición del kilogramo fue cambiada en 2019, ver https://www.inti.gob.ar/noticias/18-institucional/1400-cambia-en-todo-el-mundo-la-definicion-del-kilogramo)
Luego de más de dos siglos de existencia del sistema métrico decimal, aún existen países, como EE.UU. e Inglaterra, que no lo adoptaron en forma única, sosteniendo sistemas alternativos. En éstos, continúan los problemas que se daban en el pasado. Un ejemplo reciente es lo ocurrido con la sonda Mars Climate Orbiter. En 1999, el costoso dispositivo, con un valor de 150 millones de dólares, se perdió por desinteligencias entre dos contratistas involucrados en su diseño, uno había empleado el sistema métrico, mientras que el otro el inglés.
Incluso en los estados en que la utilización del Sistema Internacional es obligatoria desde hace muchos años, frecuentemente se toleran unidades alternativas, tal la situación de Argentina, en la que es usual el empleo de la pulgada en ferretería y mecánica, la resma en papelería o el quilate en joyería, mostrando que aún hay camino por recorrer.
En conmemoración de la firma del Tratado del Metro, hace ya 140 años (2015), el 20 de mayo fue declarado Día Mundial de la Metrología.
Notas
[1] → Sobre este trabajo se puede consultar Ten A. E. (1966). Medir el metro. La historia de la prolongación del arco de meridiano Dunkerque-Barcelona, base del Sistema Métrico Decimal. Instituto de estudios documentales e históricos sobre ciencia. Universitat de València. Valencia. Disponible en http://digital.csic.es/bitstream/10261/92150/1/IL_Medir_el_metro.pdf.
[2] → En Gran Bretaña y Estados Unidos el Sistema Métrico recibió numerosas críticas, tal como lo manifiesta el Dr. B. Gould en su discurso de 1888, centradas principalmente en relación a la utilización del cuarto de meridiano que pasaba por París y a la nomenclatura de las unidades. Gould las consideraba infundadas y defiende férreamente el sistema métrico (Gould 1888).
[3] → Felipe Senillosa nació en España en1783 o 1790 y falleció en Buenos Aires, en abril de 1858. Fue agrimensor, ingeniero, docente, investigador y político. En un inicio siguió la carrera de las armas como su padre y estudió ingeniería militar. Luego de la invasión francesa a España, fue hecho prisionero y luego liberado. En 1909 se pone al servicio del ejército francés. Tras la derrota de Napoleón, Senillosa intentó regresar a España pero debido a sus antecedentes debió exiliarse en Londres, donde conoció a Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia. Se traslada a Buenos Aires en 1815. Editó el periódico “Los amigos de la patria y de la juventud”, como medio de propaganda a favor de la educación pública. Fue miembro de la Sociedad Literaria y presidente de la Sociedad de Ciencias y de la Sociedad de Medicina. Colaboró en publicaciones como el Argos y La Abeja Argentina. Dirigió la Academia de Matemática. Después de la fundación de la Universidad de Buenos Aires en 1821, la Academia de Matemáticas fue anexada a la misma, continuando bajo la dirección de Senillosa; allí dictó la cátedra de geometría. Publicó un texto de Gramática española y un tratado de aritmética elemental. En 1824 fue designado miembro de la Comisión Topográfica, que años más tarde se transformaría en el Departamento Topográfico, del que sería su presidente entre 1828 y 1829. También se dedicó a la actividad rural y realizó varios negocios exitosos. Permaneció en las aulas de la Universidad hasta poco antes de 1850. Sobre la vida de Felipe Senillosa se han publicado varios textos, por ejemplo, lo publicado en “La Revista de Buenos Aires: historia americana, literatura y derecho”, página 122 y siguientes, Año V, N° 53, Septiembre de 1867 y “La élite social argentina del siglo XIX. Algunas reflexiones a partir de la historia de la familia Senillosa”. Hora Roy, Anuario del IEHS, 17, 2002.
[4] → Téngase en cuenta que la construcción de la Catedral finalizó en 1852 y su decoración en 1911. En 1877 se reforma una nave lateral para dar lugar al mausoleo del general José de San Martín.
[5] → El patrón viejo de la vara era un marco de cedro, con dos planchuelas de bronce en la parte interna, entre las cuales la medida entraba ajustada. En los costados estaban marcadas las subdivisiones de la vara. Senillosa pudo comprobar que las planchuelas no eran completamente paralelas. (Senillosa 1835).
[6] → Carlos Francesco Ferraris, boticario y Teniente 2º del Batallón “Amigos del Orden”. http://elmuseopublicodebuenosaires1812-1862.blogspot.com.ar/2012/12/carlos-francesco-ferraris-boticario-y.html.
[7] → El Platino es un metal de transición de color blanco grisáceo, precioso, muy denso – 21,45 g/cm3 –, maleable y dúctil. Fue descubierto en América, en la provincia de Esmeraldas, Ecuador, y llevado por primera vez a Europa en el año 1735. En 1822 el platino fue encontrado en los montes Urales en Rusia. Hoy el 90% de la producción la tiene Sudáfrica y Rusia. Aunque es más abundante que el oro, su cotización es mayor. El Iridio, es un metal blanquecino, frágil, más denso– 22,56 g/cm3 – y duro que el Platino. Tiene un punto de fusión muy alto – 2.466 °C – y es muy resistente a la corrosión. Teniendo en cuanta sus propiedades, el Iridio resulta difícil de obtener y manipular. La mayor producción proviene de Sudáfrica.
[8] → Detalles sobre la fundición y fabricación de los patrones pueden consultarse en Swindells 1975 y Hunt 1979.
[9] → Un año antes, en Inglaterra – que estuvo ausente –, la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia había introducido el CGS, un sistema coherente de tres unidades básicas mecánicas (BIPM 2015), centímetro – gramo – segundo.
[10] → En el Bureau Internacional des Poids et Mesures existe el Departamento del Tiempo, cuya Directora desde 1999 es la Dra. Elisa Felicitas Arias, responsable del mantenimiento de la escala de tiempo internacional, Tiempo Universal Coordinado UTC. También es Secretaria Ejecutiva del Comité Consultivo de Tiempo y Frecuencia (CCTF). La Dra. Arias, se desempeñó entre 1991 y 1999 como directora del Observatorio Naval Buenos Aires y fue responsable del mantenimiento de la UTC y el tiempo legal en Argentina.
[11] → Los aceros austeníticos forman el grupo principal de aceros inoxidables. Habitualmente incluye es 18% Cr y 8% Ni, con un 2 a 3% de molibdeno que le confiere mayor resistencia a la corrosión.
Referencias
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Paolantonio, S. (2015). Benjamin Gould y el Sistema Métrico Decimal en Argentina. Disponible en https://historiadelaastronomia.wordpress.com/documentos/sistemametrico-2/. Recuperado el … (indicar la fecha).
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